Por Pam Laricchia, traducido por Roberto Lujano
“Puedo leer, ¡sabes!” Mi hija de nueve años le dijo a su hermano mayor este verano pasado. Ni siquiera me acuerdo lo que él le dijo a ella primero, pero la respuesta de mi hija causo impacto. Fue un punto crucial para ella, declarar que podía leer.
Había sacado a mis hijos de la escuela no apenas un año antes de ese incidente. O mejor dicho, ¡saltaron a la oportunidad de abandonar la escuela cuando se les ofreció! En aquel entonces, mi hija se encontraba en segundo grado y era una de las estudiantes favoritas de la maestra. Le iba bien y parecía que disfrutaba asistir a la escuela, sin embargo se encontraba en uno de los grupos de lectura baja. Por eso es que yo estaba sorprendida y sin embargo feliz de que ella se sintiera en las nubes por los siguientes tres días contemplando el hecho de que no tendría que regresar a la escuela cuando el descanso de Marzo terminara.
Si bien ella había leído los libros de lectura temprana que la escuela había enviado a la casa sin mucha queja, ella no quería abrir ningún libro una vez en casa. Se le oía a menudo decir que “no podía leer” y nada de lo que dijera la convencía de otra cosa. Le dije que si ella estaba interesada en leer un libro por sí sola, que me podía preguntar cualquier palabra que se encontrara que no supiera aun y que yo le ayudaría. “No gracias”, fue su respuesta.
Así que me olvide completamente del asunto, sin presiones o expectativas. Al mismo tiempo me di a la tarea de leerle libros casi todos los días. Su hermano mayor le había dado el primer libro de Harry Potter, así que empezamos desde allí. Todos disfrutamos el cuento inmensamente y rápidamente nos dispusimos a leer los cuatro libros varias veces, con mucho entusiasmo anticipamos la llegada del quinto libro en Junio, y entonces apasionadamente lo leímos juntos en tres días. Si una película que habíamos visto estaba basada en un libro, quizás se los mencionaba. Si alguien hacia una pregunta que tenía que ser buscada en un libro, yo lo hacía. Los libros eran simplemente otra parte de nuestras vidas; no les daba mucha importancia. Cuando ella me lo pedía, le leía. O su hermano mayor le leía, usualmente cuando jugaban videojuegos. Le decía de vez en cuando que inclusive yo a veces me encontraba con palabras nuevas, que nadie se las sabe todas… y probablemente le ayudó también oírme tartamudear tratando de pronunciar algunas palabras y nombres en los libros de Harry Potter.
De vez en cuando ella leía una o dos palabras, aquí y allá. Ocasionalmente le dejaba saber, pero aun así ella insistía en que no sabía leer. Parecía que su definición de ser capaz de leer era ser capaz de leer los libros de Harry Potter con fluidez. O, más en general pienso yo, ser capaz de leer y entender libros “de verdad” – aquellos en el nivel de su vocabulario, entendimiento e interés – no los lectores principiantes, donde el cuento por lo general sufre severamente en las manos de vocabulario limitado en el nombre de ser “capaz de leer”. Pensándolo Bien. ¿Cuál es la prisa?
Nuestro primer año de aprendizaje unschooling ocurrió de esta manera, sin embargo podía ver los fragmentos. Como siempre con el aprendizaje natural, los momentos llegaron inesperadamente y entonces seguían adelante. Es cuando pones todos estos fragmentos juntos que te das cuenta como la pintura empieza a cobrar vida sobre el lienzo. Cuando manejábamos comenzó a hacer comentarios sobre los letreros. Interesante. Además, leía cosas en comerciales de televisión. Muy interesante.
Y entonces, de repente e inesperadamente, el comentario a su hermano: “Puedo leer, ¡sabes!” parece no ser mucho, pero sentí que ella había dado la vuelta. A pesar de que no había siquiera levantado un libro, a pesar de que aun ella declaraba abiertamente que “odiaba los libros”, en su mente no era acerca de ser una lectora; era sobre estar interesada en la lectura.
Les había estado leyendo los libros de Harry Potter a los niños una y otra vez por un año y finalmente conseguimos los libros en audio a mediados del verano. Sus hermanos ya habían tenido bastante, pero ella se acurrucaba en su cuarto y los escuchaba con regularidad. Algunas veces le llevaba comida, o té y ella sonreía y me decía gracias y continuaba escuchando.
Llego Septiembre y después de escuchar los cinco de la serie varias veces, comenzó a escribir cosas que le interesaban: el discurso de Umbridge, la profecía, el acertijo de Sphinx, listar los nombres de los centauros, pistas que encontró que coincidían con otros libros, etcétera. Me di cuenta que su cuaderno de notas se llenaba y una noche mientras estaba fuera le compré un cuaderno que pensé le gustaría. Realmente le agrado y lo uso para sus “buenas copias” – ella me dijo que estaba escribiendo tan rápido que era difícil de leer.
Esta lectura la condujo a buscar cosas en los libros ya que a veces no podía muy bien descifrar las palabras del libro en audio.
Ella tomo los cinco libros a su cuarto y los puso al lado de su cama para tenerlos cerca y a la mano. No mucho después de eso menciono que ella algunas veces seguía al audio con el libro cuando lo escuchaba. Pensé que eso era muy interesante.
Entonces una tarde después de varios días salió de su cuarto a mostrarme que había leído los dos primeros capítulos de ¡La Piedra Filosofal! Me dijo que estaba muy sorprendida de que las palabras no eran tan difíciles como ella las recordaba. Me imagino de ver las palabras en las páginas cuando los empecé a leer con ellos. Ella me indicó que muchas de las palabras en los libros de Harry Potter son difíciles de leer ya que son palabras hechas para el libro que no ves en ninguna otra parte. ¡Que emoción! La mañana siguiente se la pasó leyendo hasta el capítulo cuatro. Se encontraba muy satisfecha consigo misma. Los días siguientes leía en su cama todas las mañanas y a varias horas durante el día y la noche. Una noche ella llevo su cobija al columpio del patio trasero, conecto la extensión eléctrica, llevo sus almohadas y una linterna y comenzó a leer hasta que comenzó a llover. Estaba muy emocionada; llevaba el libro a todas partes y constantemente decía, “quiero leer” y encontraba un lugar silencioso. Me daba un momento de vez en cuando para encontrarla en su escondite concentrada leyendo su libro.
Durante Octubre aún seguía a toda máquina en su lectura y escritura – se encontraba inmersa en palabras. No le llevó mucho terminar de leer la Piedra Filosofal y pronto empezó la Cámara Secreta pero después de algunos capítulos dijo que dijo que se aburría ya que se sabía todo el libro. Dijo que por lo menos cuando escuchaba los libros en audio podía hacer otras cosas. ¡Y vaya que hace otras cosas! Déjame ver, si puedo listar algunas de ellas: coser disfraces para sus muñecos, coser almohadas para vender, crear brazaletes usando cuentas y alambres que encontraba en la casa, crear broches, reparar cojines, piyamas y calcetines navideños. Después continuo escribiendo aún más – marco todos los pasajes favoritos en sus libros y trascribió muchos de los signos, cartas, canciones, etcétera que encontraba en la trama del cuento. Algunas veces las escribía a mano, algunas veces las escribía en la computadora. Algunas están colgadas sobre la puerta, otras puestas en marcos sobre la pared en el cuarto, y aun otras guardadas cuidadosamente para ser usadas como artículos de utilería en la próxima conferencia de Vivir y Aprender este verano. Más juego con palabras.
En Noviembre sacó nuestro libro de Harry Potter de los Mundos Mágicos y los días siguientes lo leyó regularmente. Gentilmente pasando más allá de los libros de Harry Potter a uno donde encontraría el mismo vocabulario con el cual se sentía ella más cómoda; y alimentando su pasión al mismo tiempo. De vez en cuando me lee algunos pasajes en voz alta y otras veces me explica lo que ha leído. Entonces un par de semanas más tarde me estaba leyendo todos los emails de sus amigos de la conferencia. Hasta ese punto siempre me había pedido que le leyera los emails. Entonces saco un libro de Nancy Drew de la biblioteca y lo comenzó a leer. Definitivamente se sentía más segura con su lectura y expandiéndose más allá de su zona inicial de Harry Potter.
He encontrado seguir su curso de aprendizaje de lectura muy interesante, el cual empezó en la escuela con libros de lectura temprana. Pero ella rechazo esos libros una vez que ella llego a casa a aprender. No hizo ningún intento de aprender por si misma por año y medio, pero escucho mucho cuando les leía la serie de Harry Potter y algunos otros libros. Entonces un gran logro cuando declaro que podía leer, cambiando el enfoque de ser una lectora a estar interesada en leer. Encontrando un interés apasionado; ella, dentro del curso de un mes, avanzo rápidamente por las etapas de transcribir cosas que había oído en los libros en audio, buscando cosas en los libros, siguiendo los libros, y entonces leyendo uno de los libros independientemente. Estoy muy agradecida de que unschooling la ha ayudado a encontrar su propio camino a la lectura.
Hace un par de semanas estábamos conversando en la cocina y ella me pregunto sobre los títulos de libros que tenemos y entonces exclamo en un tono de burla “!Ay, me estoy convirtiendo en un ratón de biblioteca!”
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Publicado en Life Learning Magazine, Mayo/Junio 2004